martes, 2 de febrero de 2010

Cuento sobre el cuidado del agua

EL FANTÁSTICO MUNDO DEL AGUA

Sabéis niños, hoy el Rey Sol ha tardado un poco en despertarse, igual que vosotros, y es porque durante la noche ha estado pensando en organizar una gran fiesta para unas amigas suyas, las nubes, y para los señores nubarrones, que los quiere muchísimo y, de vez en cuando, le hacen muchos favores.
Cuando el Rey Sol organiza una fiesta está muy, muy atareado, y al primero que llama para que le ayude es al Señor Mar.
¿Sabéis una cosa? El Señor Mar es tan... tan inmenso... tan grande, que muchos animalitos deciden vivir en él, pues pueden pasear muy tranquilos sin que nadie les moleste. Aunque algunos se enfadan muchísimo, como Don Pulpo, cuando encuentra objetos extraños en la casa del Señor Mar, como viejos barcos hundidos, anclas oxidadas, antiguos cofres que pudieron guardar algún tesoro y, hasta estropeadas redes de pescadores. ¡¡Al Señor Mar no le gusta nada que utilicen su casa como si fuera un basurero!
Pero bueno, hoy el Señor Mar está contento, porque desde muy tempranito, como todos los días, el Rey Sol le hace cosquillas con sus rayos. Pero, hoy ya lleva un buen rato acariciándolo, porque sabe que el aire de invierno es muy frío, y así puede calentarlo un poquito.
Señor Mar: ¡Gracias, Rey Sol, por calentarme con tus rayos!
Rey Sol: No hay de qué, Señor Mar. Ahora quiero pedirte un gran favor. Quisiera que me ayudaras a llamar a mis amigas las nubes y a los señores nubarrones porque voy a darles una fiesta sorpresa, y como son tantos porque vienen de todos los países, yo solito no puedo.
Señor Mar: ¡Estoy encantado de ayudarte! Eso está hecho.
Entonces, el Rey Sol empezó a calentar con sus rayos al Señor Mar, cada vez más fuerte,... y más... y más fuerte... Lo calentó tanto que el aire frío del mar se iba transformando en pequeñas, medianas y grandes burbujas. Eran las señoras nubes, que una a una acudían a la llamada del Rey Sol. También vinieron los nubarrones, que como eran muy gordos, tardaban más en llegar. Venían nubes de todos los países y las había gruesas como elefantes, ligeras como mariposas y blanditas como montañas de algodón.
Eran tantos que cubrían todo el cielo. No han dejado ni un solo hueco por el que pueda verse al Rey Sol.
Ellas están muy alegres, porque el Rey Sol les ha permitido encontrarse de nuevo. Hoy, allá arriba están de fiesta. Hay una orquesta y todo, que con sus violines hacen bailar hasta a las nubes más ancianas.
¡Quién pudiera trepar hasta allá arriba, para poder jugar y divertirse en El mundo fantástico del agua!
Pero, como todas las fiestas, ésta también llega a su fin. Las nubes se han puesto un poco tristes, porque saben que no volverán a verse hasta que el Rey Sol y el Señor Mar las vuelva a llamar de nuevo.
El viento les da prisa para marcharse, y ellas han llorado tanto... tanto que sus lágrimas han llegado a cubrir bosques y montañas, se han deslizado por los barrancos y laderas como si fueran toboganes, y se han resbalado en los paraguas multicolores. Otras han decidido descansar formando charcos o reposar en los numerosos estanques y presas. Y las hay que han preferido llegar hasta el Señor Mar y jugar con él.
Las nubes ya se han ido y el Rey Sol ha atravesado con sus rayos las transparentes lágrimas de alguna traviesa nube que se ha quedado arriba, dejando así aparecer al presumido Arco Iris con su vestido de siete colores. Ahora ya los animalillos del bosque abandonan sus refugios, porque las nubes han dejado de llorar, y el Rey Sol, de nuevo, vuelve a hacer cosquillas al mar.

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